Viviendo en voz alta

En 1983 me casé con quien hoy es mi esposa. Juntos tenemos dos hijas. Desde varios años antes del nuestra boda y hasta el año 1998 atravesé una oscura e interminable noche de vergüenza y culpa, silenciosa y solitaria. Sin embargo no había perdido la esperanza.

Creía que era posible vivir algo distinto y alcanzaba a entender que para que algo empezara a cambiar en mi vida, yo tendría que dar pasos para salir de la oscuridad a la luz, pero estaba lleno de miedo. Tenía una vida armada, una familia constituida, un prestigio laboral conseguido a fuerza de eficiencia, un rol social comprometido, y disponía de un primer título universitario como frutilla de la torta. Era tanto lo que me parecía que tenía para perder si la luz por la que suplicaba y tanto temía, entraba en mi vida. Además, ¿cómo se hace para dar ese paso? ¿a quién pedirle ayuda?¿cómo reaccionarían al saber la verdad mi esposa, nuestras hijas, nuestros amigos, las personas con las que compartía espacios de trabajo u otros comunes y cotidianos? ¿me entenderían? ¿me juzgarían?

Por entonces, sin saber que existía SAA pero con la providencial y edificante compañía de una mujer de alrededor de 77 años que sí conocía la gracia, que sí conocía el poder transformador de Dios, que daba testimonio de que era posible una vida nueva –su nombre es Margarita S-, pude comenzar a recorrer este camino.

Margarita tenía respuesta para esas preguntas y lo que es más importante: conocía un Ser Superior que había cambiado su vida a los 40 años. ¡Y yo tengo 38 –pensé- entonces tengo razón de conservar la esperanza! Y vaya si tenía razón. Con ella, dándome a mí a todo el que quisiera escucharla, testimonio público de su gracia, mi vida entera comenzó a cambiar.

De entrada pude comprender que no soy mis secretos, no soy lo que ellos me quieren hacer creer, y por lo tanto ellos no tienen derechos sobre mi libertad. Tengo derecho a decir quién soy sin miedo a ser despreciado, juzgado y condenado, porque siempre (siempre –me repetía Margarita esta palabra clave) hice lo mejor que pude en mi vida. Si no lo hice mejor fue porque verdaderamente, no podía.

Los patrones de conducta asimilados, los modelos inculcados., las amistades que tenía, la experiencia de vida hasta ese momento y la nula (o casi nula) conciencia de la existencia de un Ser Superior, no me habían dado para más. Margarita sí que la tenía clara. Y ahora que han pasado tantos años puedo decírtelo yo a ti en primera persona. Eso es cierto.

En aquel lejano 1998 si bien yo también creía en un Ser Superior al que llamaba Dios por la tradición recibida, ese Ser era apenas una idea entre otras, de las que llenaban mi mente. Dios no un Ser Superior real, existente, poderoso, todo bondad, puro amor, esperándome desde hacía una eternidad a que me decidiera a abrir mis labios y salir de la cárcel del silencio cargado de vergüenza y oprobio.

En efecto, después de haberme perdido en un laberinto infernal de calles de nombres tan tristes como: masturbación, prostitución, pornografía, voyeurismo, exhibicionismo, gracias al testimonio de Margarita pude dar el paso de asumir mi propia historia, confesarla y dejarla atrás, aunque no en el olvido (esto también lo tuve que aprender).

Finalmente había entendido que había nacido para vivir en voz alta y comencé a salir del infierno de la inmoralidad sexual. Me humillé a mí mismo. La vergüenza había perdido el dominio de mis días. 

Así me convertí en testigo de la gracia y vengo dando testimonio de ello tanto como he podido. A todos los que me quieren escuchar les digo que es posible una vida distinta, que existe un Ser Superior al que me enseñaron a llamarlo Dios pero tal vez para ti tenga otro nombre, tanto da, mientras apuestes toda tu vida a su existencia. Dios es real.

Así, voy por la vida diciendo que si un Ser Superior me devolvió el sano juicio, recuperándome de mi adicción sexual lo puede hacer con todas las personas que lo necesiten; que el silencio es la prisión de la cual ese Poder Superior que es puro amor, sabe, puede y quiere liberarnos; que estamos en el mundo para ser felices y para hacer felices a los demás.


Rodolfo
saa.montevideo@hotmail.com