Llegados hasta aquí

Todo lo que hemos experimentado en la vida ha servido para algo: nos ha traído hasta aquí, a este punto exacto. Nuestras luchas. Nuestras supervivencias. Nuestras tragedias. Nuestros triunfos. Todo se ha conjugado para dar como resultado este hoy de nuestra vida, que puede tener muchas cosas negativas, pero que también tiene otras que son positivas y no quisiéramos perder. Pero las perderíamos irremediablemente, si pretendiésemos borrar lo negativo. Porque la vida es eso, un momento, tras otro, después de otro, y otro más encadenándose, dando explicación al todo, como un todo.

Si sacásemos un segundo exacto (o tal vez menos) de esa cadena de millones y millones de segundos que ha sido nuestra vida, no llegaríamos a tiempo a aquel encuentro maravilloso con aquella persona preciosa que nos cambió la vida, o no estaríamos allí, en el momento del beso que no podemos olvidar, o ya sería tarde o demasiado temprano para que naciera nuestro hijo, o qué se yo qué cosas hermosas se perderían para siempre de la trama de tu vida y de la mía, si quisiéramos borrar de ella un solo día.

Pero es cierto que algunos de nosotros la vida nos pesa. Es cierto que nos negábamos a conformarnos pero un día, tal vez todavía cercano en el tiempo, nos conformamos. Bajamos radicalmente nuestras expectativas. Archivamos los sueños. Incluso tal vez nos vestimos de tristeza hasta los pies y de tan acostumbrados que estamos, olvidamos que la vida tiene otros colores hasta que –como dice Joan Manuel Serrat- de vez en cuando la vida toma conmigo un café y está tan bonita que da gusto verla / se arregla el pelo y me invita a salir con ella escena. / De vez en cuando la vida se despliega a colores como un atlas / y nos sentimos en buenas manos. / Se hace de nuestra medida y toma nuestro paso / y saca un conejo de la vieja chistera / y uno es feliz como un niño cuando sale de la escuela. / De vez en cuando la vida nos besa en la boca … Y sigue la canción hasta que dice que también, de pronto, nos despertamos sin saber qué pasa, chupando un clavo sentados, sobre una calabaza. Es allí que nos acordamos (porque estamos convencidos, no porque sea cierto) que eso no es la vida de verdad y entonces otra vez nos subimos a la noria, y la vida se calca de un día para el otro.

Es ahí cuando volvemos a recordamos a nosotros mismos que estamos disconformes. Sufrientes. Y que aunque ya no nos quedan demasiadas fuerzas para rebelarnos, estamos tan insatisfechos con quienes somos. Es que no quisimos ser quienes somos, así, tal cual, pero eso es otra historia ya. ¿Qué podemos hacer?

Sin embargo, en el fondo de nosotros (desde el fondo de nosotros) sube una sospecha. Sentimos que hay algo más. Que no todas las cartas han sido echadas todavía. Sospechamos que hay otras verdades que no están funcionando en nuestra mente, todavía, esta mente tan llena de engaño y de mentira. Tal vez lo sospechamos porque nos lo dijo un amigo, o escuchamos o leímos algo que lo motivo, o simplemente fue el Espíritu de Dios hablándole directamente a nuestra alma, soplándole una palabra de amor nueva que por alguna razón, todavía nunca había escuchado.

En fin, un día sucede que entendemos que algo debemos hacer para tener la vida que merecemos porque esta vida que tenemos, no es posible que sea la que Dios nos tiene preparadas, la que Él sueña que vivamos. Ha llegado así el momento de revisar nuestra historia personal, nuestras heridas, nuestras pérdidas, nuestros duelos (los cerrados ya y los abiertos), para descubrir los temas principales de la trama de nuestras vidas. Las razones por las cuales hemos llegado hasta aquí tal como estamos. En esas marcas de la trama y los temas que ponen de manifiesto, están impresas lo que hemos aprendido (para nuestro mal) acerca del mundo, acerca de las demás personas, acerca de nosotros mismos.

Rodolfo

saa.montevideo@hotmail.com